miércoles, 13 de julio de 2011

El "éxodo" o "emigración" (textos extraídos de la historiadora Ana Ribeiro).

"Aquel acontecimiento singular: Al conocerse los términos del Armisticio firmado entre las autoridades de Montevideo y las fuerzas bonaerenses, los vecinos y pueblo en armas que mantenían el sitio de Montevideo deciden abandonar un territorio en el que se sentían inseguros. Porque, por un lado, quedaban a expensas de las autoridades españolas a las que habían combatido hasta ese momento; mientras, por el otro, se hallaban enfrentados a la presencia de las tropas portuguesas. Paradójicamente, se refugian en el seno de un ejército en retirada, y marchan junto a él.
Abandonan los alrededores de Montevideo desde el mes de octubre de 1811 hasta que retornan y se incorporan al segundo Sitio (iniciado por las fuerzas de Rondeau cuatro meses antes) en los últimos días de febrero de 1813. Estas fechas abarcan el largo derrotero de un pueblo y ejército -guiados por su caudillo- a través de la Banda Oriental, a la que atraviesan y arrastran a su paso. Pero abarcan también todas las connotaciones de esa marcha: la mezcla de adhesiones, euforias, temores y amenazas que determinaron las conductas de sus diversos actores; el inicio de una identidad colectiva que después lograría un perfil nacional; la ambigüedad que puede observarse en los principales protagonistas. (...)
Uno de los comportamientos ambiguos más fácilmente observable es el de Buenos Aires. Por un lado, se rinde ante las exigencias de Montevideo, y abandona el sitio dejando a los orientales que se habían levantado en armas a expensas de sus antiguos enemigos. Pero, por otro, no desecha la idea de volver a enfrentarse a Montevideo cuando reponga fuerzas, de allí que guarde bajo la manga, la carta del ejército artiguista. Le servía que se mantuviera unido, armado y expectante, y para eso le proporciona un lugar en el suelo argentino. Entonces, a los cinco días de haberse realizado la Asamblea de Paso de la Arena, en la que se decidiera emigrar, Artigas recibe por parte de la Junta bonaerense el cargo de Teniente Gobernador de Yapeyú.

Hacia 1930, el pintor Méndez Magariños representó el tema de "El Éxodo".

Fragmento de la obra del pintor Guillermo Rodríguez (hacia 1930).

Buscar paliar el miedo: Es hacia ese territorio que se dirige, porque el cargo implicaba la obligación de poblarlo, y las familias ya se habían sumado a su ejército. Cruzan el Río Negro entre el 11 y el 13 de noviembre de 1811: tres días para cruzar trabajosamente el más ancho de los ríos interiores de la Banda Oriental. Luego ocupan Paysandú por pocos días, y siguen cruzando las barreras de agua de la bien regada llanura: el 1° de diciembre el arroyo Quebracho, el 4 el Chapicuy y el 7 el Daymán. Luego seguirán hasta el Salto Chico donde efectuarán el cruce del Río Uruguay. Las familias cruzan en diciembre, Artigas y su ejército solo después de custodiar el pasaje de todos, ya en enero de 1812. Allí acampan en las orillas del arroyo Ayuí, en la provincia de Entre Ríos. Los charrúas -que en número de 300 aproximadamente, acompañaban la marcha- no abandonan el territorio de sus antepasados, y se quedan de este lado del río. Pero aguardarán, expectantes, el retorno del pueblo en armas. (...)
Esa compleja madeja de soldados y hogares motiva otra dualidad: la del propio Artigas. En un oficio dirigido a uno de sus comandantes señala la ambigüedad de Buenos Aires: "El gobierno de Buenos Aires abandona esta Banda Oriental a su opresor antiguo, pero ella enarbola a mis órdenes, el estandarte de la libertad, síganme cuantos gusten, bajo la suposición de que jamás cederé." En la denuncia, sin embargo, desnuda otra contradicción: allí estaba el sentido del deber, el instinto de amparar, la carga de responsabilidad que lo ligaba a la gente y que se levanta como imperativo por encima de su condición de militar. Portador de una doble investidura, era como militar, un Coronel del Regimiento de Blandengues, jerárquicamente dependiente del Gobierno Bonaerense, desde que se puso a su servicio. Mientras, como Jefe de los Orientales, era jefe de un pueblo que por resolución popular lo eligió y le impuso la decisión del éxodo.
Conductor que era conducido, no podía sino albergar sentimientos encontrados: miraba con "secreto placer" la determinación "magnánima" de sus paisanos, a la vez que temía que fuesen un obstáculo desde el punto de vista militar. Confiesa al gobierno de Buenos Aires haber hecho uso de todos los medios que estaban a su alcance para evitar "la emigración asombrosa de los vecinos y familias q.e me seguian." La lógica militar le indicaba "los embarazos q. presentarian p. la actividad de mis marchas, las dificultades y tropiesos q. ellas mismas devian experimentar, y lospocos auxilios q. yo podria ofrecerles."
Pero como todas las circulares publicadas por bando en los pueblos y aún más las duras actitudes no lograron "impedir la emigración, ó casi puede decirse despoblacion de esta Campaña", no puede menos que reconocer que veía la necesidad de aquietarlos, pero a su vez sentía la obligación "sagrada" de auxiliarlos. Porque es bajo su amparo que se pusieron esas "familias orientales que han acumulado sacrificios de toda especie p.r la causa de la pat.ria", eligiéndolo y comprometiéndolo con ellos. Claramente expresa: "yo, á quienes ellos concideran como móvil de la alarma general de la campaña".
No hay mejor cronista del éxodo que el propio Artigas. En sus múltiples cartas, oficios y documentos (hombre de actividad febril) traza un completo cuadro de escenas y razones. Porque varias son las causas que movieron a los habitantes de la Banda Oriental a protagonizar aquella marcha de la campaña toda.
En primer lugar, el temor. Las tropas portuguesas (de las que un vecino afirmara "Con títulos de Ladrones, hacen la Guerra") confirmaron lo que Artigas llamó su "mala fe", o sea, su objetivo de conquista:"pueblos enteros q.e han saqueado, miles atrocidades q.e han cometido". (...)




Representaciones de "El Éxodo", del pintor Guillermo Rodríguez, hacia 1930.

El entusiasmo (...): Otra motivación del éxodo, además del miedo, es el entusiasmo: en aquella época "los hombres respiraban entusiasmo hasta por los poros" dijo un contemporáneo, el Coronel Ramón de Cáceres. ¿Es causa o síntoma del clima revolucionario? ¿hasta dónde el mayor de los precios posibles -el abandono de todo lo que se posee, el riesgo de la propia vida- no es algo que se paga sin titubeos, sólo cuando en el aire se labra un futuro mejor? (...)
Llámese entusiasmo o torbellino lo cierto es que el clima revolucionario fue registrado como dato por todos los que lo vivieron. Pero también lo es que muchas veces operó como presión en esos contemporáneos. Y eso debe ser sumado a las causales del éxodo: no sólo por adhesión se acompañó las marchas, también hubo quien lo hizo atemorizado por ese clima eufórico que parecía dejar en el vacío a quien no lo integraba. Porque el territorio todo estaba sumergido en la violencia de unos y otros. La neutralidad era imposible y todos fueron obligados a tomar partido, porque no quedar dentro de las filas de alguno de los poderes enfrentados (Montevideo, Buenos Aires, portugueses, fuerzas revolucionarias) era el desamparo. (...)
Es que una poderosa causa más debe señalarse: el ascendiente del caudillo sobre la gente. No como causa única ni para poner a Artigas omnipotentemente al frente de todas las decisiones, sino para marcar un influjo innegable.
Un pueblo en andrajos: "Las descripciones de aquella emigración singular contribuyen a la comprensión de la misma como fenómeno político y de identidad. Para ello hay que hurgar en el fresco de época que los documentos y los cronistas han dejado.
Artigas es un fiel cronista del sacrificio de quienes lo siguen, porque eso es lo que más lo conmueve. En su lenguaje altamente político, en medio de valoraciones estratégicas o consideraciones ideológicas, se cuela la emoción siempre que llega a ese punto. Dice, ante el gobierno bonaerense y a poco de iniciadas las marchas "solo ellos pueden sostenerse á sí mismos: -sus haziendas perdidas, abandonadas sus casas, seguidos á todas partes no del llanto pero sí de la indigencia de sus caras familias" expuestos a las calamidades del tiempo, "pobres, desnudos, en el seno de la miseria sin mas recurso que embriagarse en su brillante resolución". Y pide recursos en dinero para sostener a cuatro mil hombres "penetrados de la pasion americana" y algunos vestuarios para cubrir la "dolorosa desnudez" de esos "bravos seres".
En otra comunicación al mismo gobierno, y habiendo transcurrido los primeros tres meses de marcha, su testimonio es aún más crudo, a la vez que revela más sus sentimientos. Agradece los 200 sacos de galleta y las 60 ollas de hierro recibidas y pide municiones y vestuarios para su ejército, ya que "la miseria no se ha separado de sus filas desde q.e se movió, todo se ha reunido para atormentarle, y yo destinado a ser el expectador de sus padecimientos no tengo ya con q.e socorrerlos." (...)
Del censo que Artigas hace levantar se deducen algunas cifras elocuentes. Se anotan 4031 civiles, pero en datos que figuran en la "Nota" aparte pueden contabilizarse mil más. La cuarta parte de los censados son niños: alrededor de mil. Más de mil son los vehículos que los transportan lo cual supone unos ocho mil bueyes ya que la carreta criolla era movida por tres yuntas y llevaba una de refresco.
Custodiando a las familias marchaba un ejército de 6000 hombres, lo cual presupone que llevaban consigo no menos de veinte mil caballos. A ello es necesario agregar que tanto civiles como militares iban arreando no sólo sus propios ganados y yeguarizos sino todo lo que hallaban, tanto para usufructuarlos como para impedir que llegaran a manos de españoles y portugueses. Alimentar a esa masa errante fue un problema que se agudizó a medida que avanzaban hacia el norte. Ya a la altura de Mercedes tuvieron que organizar expediciones de gran riesgo para arrear ganado en terrenos y estancias controlados por las fuerzas portuguesas. (...)
Del padrón de familias surge la cifra de 1206 mujeres jóvenes entre los emigrados, inquietante presencia en un medio donde la mujer escaseaba. (...)


El tema de "El Éxodo" representado por Manuel Rosé. Algunas de sus pinturas se encuentran en el Palacio Legislativo.

Para que sirva de escarmiento: La trabajosa marcha de tan numeroso contingente de personas, bienes y animales suponía una organización, más allá de la espontaneidad y confusión iniciales. El ejército se organiza en Artillería, Infantería y Caballería y en torno a los liderazgos naturales traducidos en los cargos de Comandantes, Capitanes y Tenientes Coroneles. Hubo una comisaría de Guerra, una Intendencia General del Ejército, una Auditoría General de Guerra y un servicio de Sanidad, con varios Hospitales de Sangre y Cirujanos que acompañaron las marchas.
Quizás los títulos sean pomposos: "Hospital" debe ser adecuado a la realidad, ya que la mayor parte de las veces se curaba con yuyos y sólo trabajosamente se consiguieron algunas medicinas; la anestesia "por vapores de éter" (para las varias operaciones y amputaciones que la guerra ocasionaba) no aparece en el Río de la Plata sino hasta 1847. "Comandante", por ejemplo, designaba a un jefe local, de indudables méritos en la batalla, pero sin galones ni diferencia alguna -en su desarrapado aspecto- al resto de la gente.
Otro aspecto vital de la organización fue el mantenimiento de la justicia, que recayó entonces en Artigas, como Jefe de los Orientales. La vida de excepción del éxodo y del estado de guerra requirió una ley expeditiva y contundente, que castigara sin ambigüedad ciertos delitos claramente definidos. Hubo cuatro que se castigaron con la Pena Capital: el robo, la violencia contra "mujeres decentes", el enfrentamiento armado a la autoridad revolucionaria y la deserción."

Textos extraídos de: Ribeiro, Ana. "Los tiempos de Artigas." Tomo I. "El estallido revolucionario." El País. Montevideo. 1999. pp. 114-136.

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